miércoles, 3 de marzo de 2010

ABUELOS VOLADORES Y OTRAS CRIATURAS CICLÍSTICAS (II)

Vosotros que lleváis coche, ¿no os ha pasado alguna vez que se ponga a vuestro lado un pesado con un coche más potente (o tuneado) que el tuyo y comience a dar acelerones para ver si te la picas con él?
Pues en el mundo de las bicis también suceden estas tonterías.

Siempre respeto los semáforos. No me preguntéis por qué. Alguna que otra vez me los he saltado cruzando por el paso de cebra, pero, normalmente, no me la juego y sigo todas las reglas.
Pues ahí estaba yo, esperando que el disco se volviera rojo, cuando se puso a mi lado un hombre de unos treinta años sobre una bicicleta de carretera ultramoderna, de ésas que llevan fibras de carbono hasta el último tornillo.
No le presté mucha atención, la verdad, hasta que el tipo me espetó algo así como:
- Y esos hierros de montaña como el tuyo, ¿cómo se las gastan en velocidad?
- Pues si es montaña abajo, la mía va muy bien, y eso que no es una doble.
- No, no, me refiero en carretera, en cuestas de asfalto como ésa que hay ahí.
Yo conocía bien la calle e intenté advertirle.., pero el hombre alzó el tono de voz:
- ¿Ves? Si es que los de montaña os creéis lo más duro, pero luego, nada de nada.
Entonces, el semáforo se puso en verde y me reincorporé para pedalear. El otro tipo se tomó aquello como que yo quería adelantarme en la salida y, en un segundo, aceleró de cero a cien.
Resultado:
Fina rueda de bici de carretera que se cuela por rejilla del suelo. Rueda que se hace un ocho. Bicicleta que escupe a su ocupante por encima del manillar. Ocupante que vuela hasta una mesa donde unas personas tomaban café. Ocupante que impacta contra mesa y cafés ardiendo que caen encima de sus consumidoras. Consumidoras que se levantan indignadas e insultan al ciclista… y Fran que sigue su camino como si tal cosa porque, para correr, ya están los circuitos.
Además, si me hubiera si aquél individuo me hubiese dejado acabar la frase para avisarle de las rejillas que cruzan la calle…

La Casa de las Mariposas, al comienzo del Paseo de Almería, lugar cercano al accidente.

Cuando me vine a vivir a Almería capital, hace ya casi tres años, el compañero de una de mis hermanas me regaló la bicicleta que usó durante su adolescencia ya que él no la usaba desde hacía años y yo no tenía forma de traerme la que tenía en el pueblo.
Se trataba de una Orbea de color blanco, salpicada de motas negras y con los logos en colores chillones (muy de moda en los noventa). Era una bici cómoda, no me daba problemas e, incluso, le hice un adhesivo de vinilo con mi nombre (FRAN) y se lo puse en la barra horizontal del cuadro.
La usaba a diario para ir y volver del centro comercial donde trabajaba y alguna que otra salida hasta que, un día, me la robaron. Simplemente, rompieron el candado que la sujetaba a unos postes y se la llevaron.
Cuando descubrí el robo, la verdad es que no me molesté demasiado, aunque tampoco era plato de mi gusto que me la hubieran sisado en un parking vigilado por tropecientos guardas de seguridad.

La Orbea que me robaron.

Unos meses atrás, mientras esperaba que un camión que bloqueaba la calle reanudara la marcha, se colocó junto a mí un tipo de aspecto desaliñado y que circulaba sobre una bicicleta con unos cuantos años encima.
Para matar el tiempo, comencé a observar la máquina en cuestión.
El estado general de la bici era deplorable, con la cadena cubierta de grasa reseca y arañazos y golpes por doquier. Le habían anclado una especie de cesta oxidada a la parte trasera, en la que el individuo en cuestión iba acumulando kilos de hierros. Algunas zonas del cuadro habían sido repintadas de manera horrorosa con espray de color gris y, en el tubo horizontal de éste, resaltaba una pegatina que rezaba FRAN.
¡Qué gracia! Como yo, Fran. Espera… ¿FRAN? ¡¡FRAN!! ¡Era la bicicleta que me habían robado un par de años atrás!
El hombre, dándose cuenta de mi descubrimiento, intentó poner pedales en polvorosa, pero le empujé hacia la acera, obligándole a parar (un grupo de señoras mayores le bloqueaba la huída).
'¿Qué te pasa, nene?' gritó con voz ronca al verse arrastrado hacia un lado.
'¿De dónde has sacado la bici?'
'No sé de qué me hablas.'
'¿Ves esto?', pregunté al tiempo que señalaba la pegatina con mi nombre, 'Ése soy yo y ésta, una bicicleta que me robaron hace un tiempo.'
'¡A mí me la dieron, a mí me la dieron!' empezó a mascullar el hombre.
'Espera un momento, llamo a los municipales y les dices quién te la dio, porque, quien te la diera, fue quien me la robó a mí, ¿no?'
'Ya no me acuerdo, tío, te lo juro.'
'¡Ah, vale! Entonces, te acusarán a ti de robármela, o de encubrir a los ladrones.'
'¡Tío, no me hagas eso, tío!', comenzó a implorarme el tipo, '¡No llames a nadie! Me voy y te dejo la bici aquí y te la llevas, y ya está, ¿eh?'
Entonces, me di cuenta que, en realidad, yo ya no necesitaba aquélla bicicleta. Tengo a mi querida Trek 4300, una bicicleta infinitamente superior, y, en el pueblo, conservo mi Amerio, amén de la bicicleta de carretera que estoy restaurando… ¿Para qué necesitaba yo aquél hierro desvencijado?
Pero, claro, tampoco podía dejar irse al hombre así como así.
La solución me llegó con un sonido proveniente de un edificio en obras. Allí, un obrero se afanaba en cortar hierros y losas con una potente máquina de disco.
Con un gesto no muy amistoso, le quité la bici de las manos y me acerqué al obrero, que alzó la vista protegiéndose de los rayos del sol con una mano enguantada, y le dije:
'Te doy cinco euros si cortas esta bici.'
El obrero, un chaval rubio de piel blanquecina, hizo un gesto de extrañeza al principio, pero, tras verme con el dinero en la mano, sonrió y, dicho y hecho, en un abrir y cerrar de ojos, cortó la bici por la mitad.
Tras el corte, cogí las dos partes resultantes y las arrojé al suelo junto al tipo al tiempo que soltaba:
'Aquí la tienes.'
El energúmeno, mirándome con rabia contenida, asintió con la cabeza y comenzó a recoger los hierros que otrora fuera una Orbea.
Volví a subirme sobre mi Trek y comencé a pedalear calle abajo, con la cabeza hecha un hervidero.

2 comentarios:

  1. Hola Fran. Oyee, no se si me habrás relacionado, pero soy el chaval que te escribió para ir a lo de la Alpujarra. Se me ha jodido el ordenata y no he podido escribirte. Al final muy a mi pesar no puedo salir, me han puesto unas horas extrás y me pilla justo ahí.

    A proposito, el de la bici de carreras no tendria una perilla muy larga, si es así es el manolico... Se le va la cabeza a veces jeje.

    que sepas¡¡¡ que no estoy deacuerdo con tu acción al respecto de la bicicleta robada. Sinceramente en ese acto no salio ganando nadie, ni tu, ni el, ni la bicicleta. No se, podrías regalarla a alguien, o aprobechar piezas, o en última instancia dejarsela a el, que seguro que le haría gran falta por la descripción que has hecho.

    Lo que si alucino es como roban las bicis en Almería. Amí y ame han quitado 2, y ya no me fio ni un pelo de dejarlas en la calle. A pesar de que es un pueblo grande, las bicis vuelan.

    Saludos, y a ver cuando me pase por Almería si quedamos para salir un rato con las cletas.

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  2. Pues no, no caí en que eras la misma persona, ¡jejeje! Yo aún sigo con los preparativos del viaje, que me falta alguna que otra cosilla, pero está casi todo listo.

    En cuanto a lo de la bici robada, la verdad que, después, me arrepentí bastante (como bien dices, había otras maneras de actuar), pero, en aquél momento, me pudo la rabia.

    Cuando quieras, quedamos y nos damos una vueltilla por la city ;)

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La vida es como andar en bicicleta.
Para mantenerte en equilibrio,
tienes que seguir moviéndote.

Albert Einstein