martes, 23 de marzo de 2010

PEDALEAR DE NUEVO

Mi amiga Ana llevaba años sin salir en bicicleta. Según recordaba, la última vez que cogió una bici fue cuando tenía dieciséis años, después de lo cual apenas le venían a la memoria un par de ocasiones más en las que le hubiera dado a los pedales. Su bicicleta se colocó en un rincón del patio en el que fue acumulando polvo, convirtiéndose en un mero estorbo, uno de esos objetos que todos tenemos en casa de los que no queremos deshacernos por si le encontramos alguna utilidad en el futuro.

Ana sabía de primera mano de mi afición al ciclismo, de mis rutas y de mis salidas con diferentes grupos de aficionados, pero me sorprendió bastante que me llamara por teléfono, no hace mucho tiempo, para que le echara una mano para rescatar su vieja bicicleta del estado de abandono en el que se encontraba.
Según me explicó cuando llegué a su casa, desde hacía algún tiempo, sentía la necesidad de hacer algo de ejercicio, aparte de la hora y media de gimnasio que hacía a diario, pero no sabía qué disciplina escoger cuando, tras la lectura de éste y otros blogs, y la visita a diferentes páginas webs sobre ciclismo, se animó a probar a darle de nuevo a los pedales.

Nos pusimos manos a la obra poco tiempo después de la charla. Al abrir la puerta de su garaje, nos encontramos ante una coqueta Otero de montaña (calculo que de principios de los noventa) con las ruedas hacia arriba. Al parecer, Ana había intentado “arreglarle alguna cosa”, pero desistió debido a sus nulos conocimientos de mecánica.
La verdad es que la bicicleta no tenía grandes daños ni ningún problema que no pudiera solucionarse con una limpieza a fondo o un buen engrasado. Lo único que hubo comprar fueron un par de cubiertas, ya que las viejas tenían un aspecto terrible tras años de exposición al inmisericorde sol almeriense, y unas pastillas de frenos, pues las que montaba se deshacían nada más tocarlas.
Aquélla misma tarde, estuvo lista para rodar, así que, una vez resucitada su antigua montura, Ana comenzó a montar una hora al día.

Volví a verla el pasado fin de semana, en el camino de regreso de una ruta a Cabo de Gata. No la reconocí hasta que me saludó. Parecía otra, equipada de pies a cabeza. Casco, maillot… Todo reluciente. ¡Incluso la Otero lucía ahora pedales mixtos y un nuevo sillín!
‘Me he enganchado, la verdad’, me confesó Ana mientras charlábamos sentados en uno de los bancos cercanos al carril-bici de la Universidad. ‘No puedo dejar pasar un día sin salir a pedalear al menos una hora después del trabajo. ¡Hasta Alberto (su novio) coge ahora la bici!’
También, me explicó que, si conseguían ponerse un poco más en forma durante la primavera, planearían alguna ruta para el verano, como la Vía de la Plata o algunos tramos de la Transandalus.
En un momento dado, le pregunté si se había planteado cambiar de montura, a lo cual me contestó:
‘Ya sé que ésta es un poco vieja y tal, pero he pensado que, renovando algunas piezas, todavía puede durarme un tiempo más. No se trata del valor material, si no del sentimental. A esta bici le tengo un gran cariño. De todas formas, sé que, en un futuro, si sigo a este ritmo, tendré que hacerme de otra más moderna ¡y ligera! ¡Esta pesa una tonelada!’
Después de estar un rato sentados, ambos nos reincorporamos, nos despedimos y continuamos nuestra marcha, yo de vuelta a Almería y Ana, en dirección a Retamar.
Miré un momento hacia atrás, hacia Ana, y la observé alejarse a lomos de su querida Otero. El contraste de sus ropas nuevas, modernas, con la vieja bici, era realmente curioso.
De todas formas, me alejé pensando lo agradable que es ver a gente tan ilusionada con sus aficiones, más aún si es algún deporte, que es siempre algo sano y divertido.
Y más aún si puedes ayudarlas y compartir tus conocimientos con los novatos o recién llegados al mundillo (o a los que están, otra vez, de vuelta).
Posdata: Para que no se ofenda, he cambiado el nombre de mi amiga y el de su novio. Ya sabéis, para que no la acosen l@s fans.

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La vida es como andar en bicicleta.
Para mantenerte en equilibrio,
tienes que seguir moviéndote.

Albert Einstein