jueves, 17 de febrero de 2011

TRANSANDALUS 2010: LA PELÍCULA

Os presento aquí el “documental” que he realizado de la ruta que, en septiembre del año pasado, hice desde Granada a Almería, siguiendo el curso de la Transandalus por las Alpujarras.

Unos meses antes, había hecho los mismos tramos, pero, en esta ocasión, Fran, un cicloaventurero gaditano, y yo decidimos modificar la ruta en algunos puntos conflictivos.
Fue, sin lugar a dudas, una de los trayectos en bici que más he disfrutado en los últimos tiempos.

Y, sin más que decir por mi parte, os dejo con la película, la cual espero disfrutéis tanto viéndola como yo montándola.



Transandalus 2010 (September) from Francisco Carlos López on Vimeo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

LA RUTA DE LOS DESASTRES (12-13 DE FEBRERO)

La salida por el Cabo de Gata que proyecté para el pasado fin de semana no salió como estaba prevista, pero aún así, hubo momentos en los que disfruté transcurriendo por el trazado planteado.

Para empezar, ideé esta salida como una nueva forma de conocer gente y animarles a descubrir lugares del Parque Natural que, seguramente, no verían en sus visitas a la zona por mucha guía turística que llevaran encima. Así pues, expuse el plan del viaje en varios foros y webs de la red con un mes de antelación. Las semanas, los días y las horas fueron pasando, pero nadie se presentaba... y me vi abocado a realizarla en solitario.
'Bueno,' pensé, 'ya lo he recorrido a solas un montón de veces. Por una más no creo que pase nada.'

Dediqué un par de tardes a preparar el material que necesitaría para el trayecto. Puse la bici a punto y, el jueves por la noche, todo estaba listo para partir.


Trabajé el viernes por la mañana y salí como una flecha hacia mi casa , ansioso por montarme sobre mi máquina y disfrutar de la ruta entre Almería y San José (más concretamente el tramo entre el pueblo de Cabo de Gata y San José, ya que el paisaje precedente no es demasiado interesante que digamos). Llegué a casa y me puse a disfrutar de un buen plato de pasta para coger fuerza antes de la salida. Estaba pletórico. Qué poco me importaba ya salir sólo. Me invadía la excitación de la primera buena ruta del año a lomos de mi querida Claudia...
De repente, comenzó a sonar el teléfono. Lo descolgué y, tras una breve conversación, colgué el auricular maldiciendo para mis adentros: Me requerían para una traducción que, a buen seguro, consumiría toda la tarde.
Tenía que retrasar la salida a la mañana siguiente. Miré resignado la bicicleta equipada y lista para partir, y fui a darme una ducha y cambiarme de ropa.

No conseguí levantarme a una hora razonablemente temprana el sábado por la mañana debido al cansancio de la tarde-noche anterior. Había vuelto a casa al filo de las once y, para más inri, tuve que mandar algunos e-mails de protocolo, así que caí a plomo sobre la cama en torno a la una y media de la madrugada.
Desperté a la luz del sol que bañaba el estudio. Miré el reloj digital: Las nueve de la mañana.
'Genial. Ahora tengo que coger el bus de las diez para llegar a San José', me lamenté, '¡Y tarda casi una hora en llegar!'

Me puse en marcha y, a las once menos diez, estaba pedaleando hacia El Pozo de los Frailes. En mi primera parada, me di cuenta de que uno de mis bidones llenos de bebida isotónica había desaparecido. Seguramente, se desprendió en la bodega del autocar debido al movimiento.
Otra desgracia a añadir a una lista que iba aumentando demasiado deprisa.

Decidí que, para poder llegar cuanto antes a El Playazo y a Las Negras, donde quería estar unas horas y hacer noche, la mejor opción era rodar por asfalto. La idea no era de mi agrado, pero debía ajustarme al tiempo que tenía disponible (hasta las ocho de la tarde del domingo).
Justo cuando entraba en Los Escullos para visitar su castillo y sus playas, se puso en contacto conmigo Arturo, a quien le había enviado un e-mail unos días antes para encontrarnos en Las Negras y tomar algo juntos y/o rodar unos kilómetros. Acordamos vernos en alguno de los bares del pequeño pueblo costero.
'Tómate tu tiempo. No tengas prisa', me dijo.

Dejé atrás Los Escullos y encaré la subida al mirador de La Amatista, la cual se me atragantó un poco, rompiendo mi ritmo, a pesar de lo cual no puse pie en tierra y conseguí ascenderla del tirón.

Pasé de largo Rodalquilar y El Playazo, pensando que lo visitaría más tarde con Arturo, si éste se animaba a acompañarme a dar unas pedaladas, y me fijé como próximo destino Las Negras.
El paisaje por esta zona, el Valle de Rodalquilar, es icónico del Cabo de Gata; un llano casi infinito rodeado por montañas forjadas por el interior de la tierra. Todo un festín para la vista del viajero en busca de matices, formas y colores.

Al llegar a Las Negras, llamé a Arturo y le localicé a la entrada del pueblo, donde disfrutamos de sendas raciones de lomo y morcilla (¡la dieta ideal del cicloturista!).
Arturo, un vitoriano con un impresionante historial cicloviajero a sus espaldas, y yo estuvimos hablando de fotografía, de qué le impulsó para aventurarse desde su ciudad natal hasta Pekín, su vuelta a España...
Tiempo soleado, buena compañía y una conversación interesante mientras saboreaba las excelentes raciones de un bar en un pequeño pueblo costero... ¿Qué más se podía pedir?

Mi móvil comenzó a sonar: Eran mis padres. Habían decidido salir un par de días con la autocaravana y se habían animado a encontrarse conmigo en el Parque Natural, ya que les había comentado que estaría por allí el fin de semana.
Después de un breve paseo por el frente marítimo, me despedí de Arturo y partí hacia El Playazo.

Cuando ya quedaba menos de hora y media de luz, decidí visitar Rodalquilar, donde visité su espectacular jardín botánico y realicé un buen reportaje fotográfico de las minas para matar el tiempo. También, me interné en algunas de las construcciones que aún se mantienen en pie, muy deterioradas por el paso del tiempo.

Como anécdota curiosa, señalar que, cuando llegué a las minas, estaba completamente sólo y, cuando me fui en busca de mis padres, había una docena de personas recorriendo el lugar. Hacía pocos días que había leído que el turismo de ruinas y pueblos abandonados está en auge en la provincia y qué mejor que ver en directo que es cierto. Es una forma distinta de visitar lugares poco concurridos y que, además, genera beneficios para los pueblos cercanos.
Después de disfrutar de las viejas instalaciones mineras, recorrí las fantasmagóricas calles de las viviendas de los mineros, que llevan décadas abandonadas, por lo que se puede ver en vivo la fuerza de la naturaleza y cómo está se abriría paso a través del ladrillo y el hormigón si nosotros desapareciéramos.

El sol había desaparecido, pero su moribunda luz aún se resistía a caer bajo el dominio de la noche. Justo cuando acababa de pasar por la última calle y salía a la estrecha carretera de acceso al pueblo, apareció la autocaravana Hymel de mis padres.
Tras los abrazos y las sonrisas, desmonté el equipo de la bici y lo metimos junto a ésta en la parte trasera. Me acomodé en uno de los asientos y los tres partimos hacia el Playazo, donde pasaríamos la noche.

El domingo por la mañana volvimos a emprender la marcha para visitar Las Negras, ya que hacía algún tiempo que mis padres no lo habían visitado.

Aquél era el pueblo donde veraneamos durante años y querían comprobar lo que yo les había mencionado en varias ocasiones; que ya no era el pueblo con encanto de antaño y que el cemento y el hormigón habían cubierto grandes porciones de terreno. Tras una hora escasa allí, arrancamos y condujimos hasta Los Escullos.

Fue allí donde nos ocurrió la situación más bizarra que recuerdo de cuantas me han pasado por aquélla zona.
Mientras avanzábamos por el camino de tierra en dirección, hablé a mis padres acerca de un lugar perfecto para parar a comer y descansar un rato. Se trataba de una explanada en la que suelen aparcar las autocaravanas y que mira directamente al mar.
Llegamos al lugar y ya estaban instaladas seis o siete, pero el lugar es tan amplio que cada una se encontraba a cierta distancia de la otra. Así pues, mi padre condujo entre dos enormes camiones instalados en una esquina y maniobró para que nuestra autocaravana quedara de lado al mar.
Cuando salí y me disponía a poner las cuñas bajo las ruedas para que la autocaravana quedara nivelada y pudiéramos cocinar cómodos, escuché una voz femenina con un fuerte acento francés hablando en tono elevado con mi padre.
Me asomé al lateral y vi a una mujer delgada, de unos treinta años y rodeada de cuatro enormes mastines, haciendo dramáticos aspavientos señalando nuestro vehículo. Me acerqué a comprobar qué demonios estaba ocurriendo y, cuál sería mi sorpresa que escuché a dicha mujer diciendo que no aparcáramos allí... ¡porque le quitábamos las buenas vistas de la playa!
Mi padre le hablaba en tono tranquilizador, pero aquélla le respondía con tono amenazador. Aquéllo era totalmente surrealista: Quería que nos marcháramos aduciendo que había mucho espacio y que habíamos aparcado justamente delante de SU vista.
Al ver que las buenas palabras de mis progenitores no hacían efecto para calmar a la mujer y al hombre que se le había unido en ese momento, decidí acercarme para zanjar el asunto.
'A ver, ¿cuál es el problema?', inquirí.
La mujer se volvió hacia mí de forma brusca y contestó:
'Os tenéis que ir. Llevamos tres días aquí y vosotros llegar y quitar vistas. ¡No es posible!'
'¿Acaso el lugar es vuestro? Además, nosotros sólo estaremos un par de horas nada más.'
Ante esto, el hombre, en un tono digamos “irónico”, señaló a los cuatro mastines y dijo:
'Nuestros perros muy grandes. No controlamos bien.'
Estaba claro lo que quería darme a entender, ante lo cual ya me puse más serio y les hablé con toda franqueza:
'Pues mejor que los controles mientras estemos aquí, porque si nos pasa algo, te va a caer una buena denuncia que, por cierto, ya os podría caer por llevar aquí tres días ACAMPADOS, lo cual está prohibido.' Entonces, vi una cosa en la puerta de uno de sus camiones y añadí: 'Por cierto, ésas plantas que tenéis ahí no son legales en este país.'
A la vista de que la cosa se les había puesto en contra, el hombre, en un tono más amable, dijo:
'Nosotros creemos que no justo. Nosotros...'
'No importa lo que VOSOTROS digáis', le dije de mala manera, 'NOSOTROS nos vamos a quedar aquí un par de horas y como pase algo, la cosa no acabará bien.'
Tras esto, se retiraron a su camión para, al poco tiempo, reaparecer en su puerta comentando la situación con otros dos muchachos.

Para quitarme la tensión, mi padre me animó a dar una vuelta por las impresionantes formaciones rocosas que bordean la playa.
Mientras estábamos allí, yo fotografiando anémonas y él admirando una piragua en la que navegaban tranquilamente un pastor alemán y su dueño, comenzamos a escuchar, de nuevo, la voz de la mujer. Volvimos la vista hacia lo alto de la explanada y nos encontramos a ésta discutiendo con mi madre a la puerta de nuestra autocaravana.
Era el colmo.
Ambos salimos disparados hacia allí, pero, al vernos llegar, la mujer se retiró rápidamente a su camión. Cuando llegamos, mi madre nos explicó que ésta había comenzado a caminar alrededor de nuestra autocaravana mirando hacia el interior de forma intimidatoria, ante lo cual, mi madre salió a la puerta y le preguntó que qué quería, a lo que aquélla contestó volviendo a decir que nos teníamos que ir porque le quitábamos las vistas del mar... A lo cual mi madre le había contestado que aquéllo no era suyo y que nosotros aparcábamos donde nos salía de “las narices”.
Mi padre y yo explotamos en carcajadas ante la contestación que le había dado mi madre: La extranjera no huyó de nosotros al vernos llegar, sino de mi madre al ver que no se dejaba amilanar por muchas “miraditas” que le lanzara.
Así, pasamos el resto de la tarde en paz.

Estoy seguro de que aquéllos individuos, con toda sus pintas de hippies amantes de la paz y el buen rollo (y que demostraron ser sólo eso, unos pintas, ya que yo he conocido a gente 100% hippie, que comparte todo y media en los problemas sin amenazar), celebraron nuestra partida cuando decidimos que era hora de volver a casa.

Y así, tras tomar la merienda frente al paseo marítimo de Almería, volví a equipar la bici y me despedí de mis padres. Apenas tuve que pedalear cien metros para llegar a casa.
Una vez en ella, me dejé caer sobre el sofá y empecé a valorar sobre cómo había salido todo... y caí en el cuenta de que, a pesar de todo, no había salido nada bien, a excepción de encontrarme con Arturo y ver a mis padres: No había recorrido ni la mitad de los kilómetros planeados; había llevado un montón de material sobre la bici que no necesité; no había encontrado mi ritmo...

Pero, a pesar de todo, el Cabo es el Cabo y sigo enamorado de sus paisajes lunares, sus playas de ensueño y del descubrirme nuevos lugares cada vez que me interno en él.

NOTA: Arturo me ha dedicado unas palabras en su blog, con foto incluída. Muchas gracias, Arturo. ¡Qué grande eres!

viernes, 4 de febrero de 2011

¡10.000 visitas! (y contando)

¡¡10.000 visitas!!
Tal vez no sea una estadística demasiado brillante, pero para un blog con aspiraciones tan sencillas como éste, es toda una hazaña.

Sigo conociendo gente muy interesante, como Arturo, un vitoriano que en 2008 tuvo la idea de ciclar desde su ciudad hasta... ¡Pekín! Y todo, para llegar a tiempo a los Juegos Olímpicos que se celebraban en la metrópoli asiática.
Su última aventura ha sido rodar por la geografía penínsular durante cuatro meses. Ahora, lleva unos meses en Las Negras, un tranquilo pueblo del Cabo de Gata bañado por el Mediterráneo.

Puedes seguir su periplo en su página web:
http://subealabici.wordpress.com/

Y, hablando del Cabo de Gata, estoy organizando una excursión en bici para que la gente descubra rincones que, seguramente, no conocen.
El plan a seguir es el siguiente:

· El viernes 11 de febrero, salida por la tarde (sobre las 3 y media) desde Almería hacia San José, pasando por la costa y visitando algunas de las calas más conocidas del Parque Natural. Para descansar, existen distintas opciones, desde alojarse en el albergue, a un hostal o el cámping de la localidad.

· El sábado 12, partida desde San José rumbo a Los Escullos y la Isleta del Moro por la costa para, después, dirigirnos al interior, visitando Rodalquilar y sus conjuntos mineros, el afamado Cortijo del Fraile (escenario de las "Bodas de Sangre", de García Lorca) y la barriada de Los Albaricoques (set de infinidad de westerns). Para finalizar, regreso a Los Escullos, donde pasaríamos la noche en el camping del mismo nombre.

· El domingo 13, salida desde Los Escullos en dirección a El Playazo y llegada a Las Negras. Tras esto, regresaríamos a San José para coger el último autobús (20:00) de la tarde para volver a Almería.
La ruta no es dura en absoluto, ya que es un llaneo constante sin grandes desniveles, a excepción de las subidas de la Vela y al Mirador de la Amatista, por lo que el nivel es bastante fácil y asequible para todo el mundo.

Si alguien se quiere unir, señalar que la excursión es gratuita y sólo hay que pagar por el bus y el lugar de descanso (cámping, albergue...)

¡Un saludo a tod@s!
¡Nos vemos por los caminos!
La vida es como andar en bicicleta.
Para mantenerte en equilibrio,
tienes que seguir moviéndote.

Albert Einstein