viernes, 26 de marzo de 2010

¡VOLANDO ME VOY, VOLANDOOO...!

Mañana comienza mi nueva odisea por la Alpujarra y… ¡estoy que me subo por las paredes! ¡Quiero empezar el viaje AHORA MISMOOOOO!

Finalmente, tuve que realizar varias modificaciones respecto al plan inicial para poder hacer los tramos junto a Curro, un murciano que se puso en contacto en la página de la Transandalus.

Os cuento las novedades más importantes del viaje.
La salida será desde Granada capital, ya que los horarios de los autobuses que parten desde allí hacia Nigüelas son bastante confusos. Así que, para estar más seguros (y disfrutar de unos buenos kilómetros de rodada, por qué no), saldremos desde la ciudad de la Alhambra.
Yo llegaré un par de horas antes que Curro, así que, aparte de habituarme al fresquete que debe de hacer por allí, aprovecharé para una buena sesión de fotos de la catedral granadina y del conjunto de la Alhambra.
Al partir la ruta desde Granada, la distribución de los días respecto a los tramos a realizar, también sufrió alteraciones. Ahora, el plan a seguir es éste:

27 de Marzo: Granada – Nigüelas – Lanjarón (45-50 km)
28 de Marzo: Lanjarón – Pampaneira – Trevélez (60 km)
29 de Marzo: Trevélez – Cádiar – Válor – Laroles (48 km)
30 de Marzo: Laroles – Láujar de Andarax – Instinción (54 km)
31 de Marzo: Instinción – Énix – Almería (65 km)


Como veis, he suprimido la visita a Órgiva, y no sólo por la cuestión de los tramos, sino porque, además, he seguido el consejo de varios compañeros que han visitado dicha localidad en alguna ocasión y me han advertido que, debido a la masiva afluencia de turistas durante Semana Santa, el pueblo pierde gran parte de su encanto.
Eso sí, lo que no cambia es pasar las noches en tienda de campaña, ya sea en camping o en las afueras de los pueblos. Noches de mil estrellas, lo mejor para sentir la naturaleza de cerca… y congelarte a más de 1500 metros de altitud.

Durante la semana pasada, Claudia, mi querida y fiel Trek 4300, empezó a transformarse, de nuevo, en la máquina rutera que es.
El primer paso fue realizar un examen exhaustivo de la mecánica, buscando cualquier defecto, tras lo cual, le di un buen lavado y, además, le añadí unos "cuernos" al manillar y otro portabotellas.

Los cuernos del manillar. Serán de gran ayuda a la hora de subir las fuertes pendientes de La Alpujarra.

Detalle del segundo portabotellas.

A continuación, le coloqué cintas y bandas adhesivas reflectantes de color amarillo (¡a lo Valentino Rossi!), para hacerme más visible a los conductores (y los cazadores, que uno nunca sabe quién anda por ésos montes).

Claudia con los reflectantes.

Cinta reflectante en los radios; de noche parece una feria.

El siguiente paso, fue la instalación de las sujeciones de la bolsa del manillar y de la parrilla trasera para las alforjas que, por cierto, son nuevas: Se trata de unas Inox de 40 litros de capacidad, con algunas partes impermeables. Son unas alforjas de puente, pero la parte que queda sobre la parrilla se puede desmontar, ya que se trata de una mochila que se puede usar de modo independiente.

Claudia (casi) lista para el viaje.

Desde hace ya tres días, la bicicleta, completamente montada y lista, no ha pisado la calle y está preparada para salir.

Durante el resto de la semana, he estado repasando una y otra vez la lista del equipaje, para no dejarme nada en casa, y haciendo acopio de los materiales que me faltaban.

El material antes de meterlo en las alforjas (y faltan algunas cosas).

Además, ya compré el billete de autobús que nos llevara a la máquina y a mí hasta Granada (ALSA, menos de 23 euros, suplemento de bici incluido).
La única duda es si tendré que desmontarle alguna rueda antes de partir para meterla en el maletero (aunque lo dudo, ya que los autobuses de la mañana no suelen ir muy llenos).

La previsión del tiempo es algo irregular para los días en los que estaremos ruteando, pero no horribles. Tendremos días nubosos, alguno soleado y, seguramente, el miércoles nos mojemos algo.
Eso sí, barro seguro que nos encontramos. Con la de agua que ha caído este invierno, lo sorprendente sería que hubiera.
Además, la Alpujarra se ha visto afectada por varios deslizamientos y derrumbes debido a la acumulación de agua. Por ejemplo, el puente de entrada a Cádiar está dañado y tendremos que entrar por otra pista.

Resumiendo: No veo la hora de partir. Estoy nervioso, excitado y deseando que llegue la hora de ponerme en camino.
Los caminos de la Alpujarra me esperan y no quiero faltar a la cita.

La camiseta conmemorativa para este viaje. A lo Lance Armstrong, lo máximo en visibilidad.

martes, 23 de marzo de 2010

PEDALEAR DE NUEVO

Mi amiga Ana llevaba años sin salir en bicicleta. Según recordaba, la última vez que cogió una bici fue cuando tenía dieciséis años, después de lo cual apenas le venían a la memoria un par de ocasiones más en las que le hubiera dado a los pedales. Su bicicleta se colocó en un rincón del patio en el que fue acumulando polvo, convirtiéndose en un mero estorbo, uno de esos objetos que todos tenemos en casa de los que no queremos deshacernos por si le encontramos alguna utilidad en el futuro.

Ana sabía de primera mano de mi afición al ciclismo, de mis rutas y de mis salidas con diferentes grupos de aficionados, pero me sorprendió bastante que me llamara por teléfono, no hace mucho tiempo, para que le echara una mano para rescatar su vieja bicicleta del estado de abandono en el que se encontraba.
Según me explicó cuando llegué a su casa, desde hacía algún tiempo, sentía la necesidad de hacer algo de ejercicio, aparte de la hora y media de gimnasio que hacía a diario, pero no sabía qué disciplina escoger cuando, tras la lectura de éste y otros blogs, y la visita a diferentes páginas webs sobre ciclismo, se animó a probar a darle de nuevo a los pedales.

Nos pusimos manos a la obra poco tiempo después de la charla. Al abrir la puerta de su garaje, nos encontramos ante una coqueta Otero de montaña (calculo que de principios de los noventa) con las ruedas hacia arriba. Al parecer, Ana había intentado “arreglarle alguna cosa”, pero desistió debido a sus nulos conocimientos de mecánica.
La verdad es que la bicicleta no tenía grandes daños ni ningún problema que no pudiera solucionarse con una limpieza a fondo o un buen engrasado. Lo único que hubo comprar fueron un par de cubiertas, ya que las viejas tenían un aspecto terrible tras años de exposición al inmisericorde sol almeriense, y unas pastillas de frenos, pues las que montaba se deshacían nada más tocarlas.
Aquélla misma tarde, estuvo lista para rodar, así que, una vez resucitada su antigua montura, Ana comenzó a montar una hora al día.

Volví a verla el pasado fin de semana, en el camino de regreso de una ruta a Cabo de Gata. No la reconocí hasta que me saludó. Parecía otra, equipada de pies a cabeza. Casco, maillot… Todo reluciente. ¡Incluso la Otero lucía ahora pedales mixtos y un nuevo sillín!
‘Me he enganchado, la verdad’, me confesó Ana mientras charlábamos sentados en uno de los bancos cercanos al carril-bici de la Universidad. ‘No puedo dejar pasar un día sin salir a pedalear al menos una hora después del trabajo. ¡Hasta Alberto (su novio) coge ahora la bici!’
También, me explicó que, si conseguían ponerse un poco más en forma durante la primavera, planearían alguna ruta para el verano, como la Vía de la Plata o algunos tramos de la Transandalus.
En un momento dado, le pregunté si se había planteado cambiar de montura, a lo cual me contestó:
‘Ya sé que ésta es un poco vieja y tal, pero he pensado que, renovando algunas piezas, todavía puede durarme un tiempo más. No se trata del valor material, si no del sentimental. A esta bici le tengo un gran cariño. De todas formas, sé que, en un futuro, si sigo a este ritmo, tendré que hacerme de otra más moderna ¡y ligera! ¡Esta pesa una tonelada!’
Después de estar un rato sentados, ambos nos reincorporamos, nos despedimos y continuamos nuestra marcha, yo de vuelta a Almería y Ana, en dirección a Retamar.
Miré un momento hacia atrás, hacia Ana, y la observé alejarse a lomos de su querida Otero. El contraste de sus ropas nuevas, modernas, con la vieja bici, era realmente curioso.
De todas formas, me alejé pensando lo agradable que es ver a gente tan ilusionada con sus aficiones, más aún si es algún deporte, que es siempre algo sano y divertido.
Y más aún si puedes ayudarlas y compartir tus conocimientos con los novatos o recién llegados al mundillo (o a los que están, otra vez, de vuelta).
Posdata: Para que no se ofenda, he cambiado el nombre de mi amiga y el de su novio. Ya sabéis, para que no la acosen l@s fans.

jueves, 18 de marzo de 2010

CICLISMO PARA TODOS

Todos podemos disfrutar de la bici.
Y cuando digo TODOS, me refiero a TODOS; yo, tú, la vecina la del sexto, Lance Armstrong, un muchacho en silla de ruedas, una ciega y una sorda, un discapacitado psíquico…
Como leéis, éstos últimos también pueden disfrutar del placer de rodar; sobre dos, tres y cuatro ruedas.

Aquí os muestro una pequeña lista de las opciones que existen para acercar el ciclismo a aquéllas personas que, seguramente, la mayoría piensa que no puede disfrutar de este deporte (¡craso error!).

Me apuesto un euro a que algun@ de vosotr@s ha podido admirar una de estas maravillas, las handbikes.
Se trata de bicicletas de tres ruedas adaptadas para aquellas personas que, por la causa que sea, no pueden pedalear. La solución; utilizar los brazos.

Éste es el tipo de handbike más común.

Su funcionamiento es prácticamente igual al de una bicicleta de pedales normales; la diriges y frenas desde unas manivelas.
Existen cantidad de modelos, para carretera y montaña (¡amortiguación para ruedas de 20”!) a los que, además, se le pueden colocar todo tipo de accesorios, ¡incluso trasportines para bebés!

Existe otra variante de las handbikes, bastante más asequible, aunque no tan divertida.
Se trata de un mecanismo que se ajusta a la silla rueda del usuario y cuyo principio es el mismo, aunque, eso sí, es más ligero y fácil de transportar, además de ocupar mucho menos espacio.

Con sólo enganchar esto a la silla de ruedas, puedes empezar a recorrer caminos. También, hay modelos eléctricos.

Otra opción bastante interesante son las handbikes de cuatro ruedas. Aunque la mayoría de estos modelos están destinados al uso en el campo, es viable su uso en ciudad.

Preparando una handbike ¡¡¡de descenso!!!.

Seguimos con otro tipo de triciclos para discapacitados, pero que funcionan como una bicicleta normal, o sea, a base de pedales y dirigidas con un manillar, aunque están diseñados para personas que tienen problemas de coordinación y/o equilibrio.
Como en el caso de las handbikes, tienen disponibles multitud de accesorios para adaptarlas según las exigencias del usuario, como por ejemplo, acoples para el manillar (para que otra persona dirija el triciclo sin estar montado en él) ó sujeciones y soportes para el tronco.

Uno de los modelos de triciclo de Hello Bikes.

Para los discapacitados psíquicos, nos encontramos con varias opciones, como estas bicis con silla delantera y que son propulsadas por un acompañante, mientras el otro disfruta del paisaje y de las sensaciones que transmite el rodar por caminos y carreteras.

Un ejemplo de bicicleta adaptada con asiento delantero. También los hay con el asiento detrás... Pero mola más ir viendo el paisaje desde delante.

Otra máquina disponible para ellos son los cuadriciclos. He tenido la ocasión de poder montarme en una de estas joyas y quedé muy impresionado. Asientos dobles confortables, manillares y pedales dobles… ¡Esto sí que es comodidad!
Están especialmente diseñados para personas que no tienen una total capacidad de decisión sobre la circulación. Los acompañantes pueden ayudar o, directamente, dirigir el cuadriciclo con sólo ajustar la dirección.

El cuadriciclo 2 Rider de Pacific Cycles.

Que no veas, no significa que no puedas pedalear.
Los tándems para ciegos son prácticamente iguales que los usados por la gente que no tiene ninguna deficiencia visual. El acompañante se sienta delante y el discapacitado visual, detrás, y ¡a disfrutar de un buen paseo!

Los tándems para ciegos son prácticamente iguales a los demás.

En comparación con el resto de discapacitados, los sordos son quienes menos necesitan de alguna tecnificación específica en sus monturas.
De todas formas, existen accesorios para aumentar su seguridad durante las salidas por carretera o campo, como indicadores luminosos o por vibración que avisan de coches o personas que circulan demasiado próximas a la persona sorda.

Otro aspecto muy interesante, son las bicicletas destinadas a la competición, ya que existen tantas disciplinas como pueda imaginarse y bicicletas adaptadas para las necesidades de los competidores.

Hay tantas bicis adaptadas para la competición como discapacidades existen. En la imagen, el colombiano Luis Chacón.

Para terminar, unos cuantos enlaces a webs de fabricantes de bicicletas para discapacitados:
http://www.atbach.com/pacific/pacific.htm
http://www.handbikes-batec.com/
http://www.rodem.es/
http://www.ortoracing.com
Y para quienes tengan vena competitiva o, simplemente, desee practicar algún deporte sobre su montura:
http://www.deportesinbarreras.net
http://www.bttsords.org/
http://www.ibsa.es/esp/deportes/tandemcycling/presentacion.htm
http://paralimpicos.sportec.es/publicacion/3SC_Deportes/34SS_Ciclismo.html

Un saludo a tod@s y ¡a recorrer kilómetros!

martes, 16 de marzo de 2010

BICICLETAS PARA ELLAS (PORQUE ELLAS LO VALEN)

Primavera de 2009. Subida a Velefique.
Con un calor infernal, un valiente pelotón de ciclistas de montaña se atreve a encarar aquéllas infames y duras cuestas a lomos de sus pesadas monturas.
A medio camino, el grupo se va alargando hasta que, finalmente, se divide en tres; el grupo líder, en el que están los escaladores más dotados; el segundo grupo, el pelotón, compuesto por aquéllos que no están al nivel de los del primer grupo, pero cuyas fuerzas les permiten seguir rodando cuesta arriba; y el tercer grupo, el de los rezagados y aquéllos ciclistas que están al límite de sus fuerzas.
Fueron éstos últimos los primeros en escucharlo; una especie de siseo, como suspiros entrecortados.
Y, por fin, vieron el origen del extraño ruido; una ciclista sobre una bicicleta de carretera apareció doblando una de las curvas en forma de S que ellos iban dejando atrás con mucho esfuerzo y que aquélla amazona parecía subir sin gastar apenas energía.
En un instante, la ciclista les sobrepasó sin esfuerzo aparente. Incluso les saludó con un leve movimiento de cabeza.
El segundo grupo, el de los valientes aspirantes a líderes, fue su siguiente objetivo… y los pasó de igual manera. Miradas de envidia y algún que otro resoplido de impotencia mientras observaban cómo la ciclista se alejaba de ellos a una velocidad increíble en pos de su siguiente presa; el grupo de los gallitos, de los líderes, de los mandamases.
Entre éstos, ninguna señal de alerta. Si acaso, alguna que otra sonrisa socarrona.
‘¿A dónde te crees que vas, nena?’, espeta uno de los valientes cuando la chica llega a su altura.
‘A pasaros por encima’, contesta la ella toda sonriente. No era una amenaza, era una realidad. Con una velocidad infinitamente superior, sobrepasó uno por uno a todos los líderes, que apretaban los dientes e intentaban acortar distancias por medio de arranques desmedidos, cambios de ritmo brutales, pero sin sentido; hay que saber aceptar la derrota.
Al final, todos pudieron observar la silueta de la chica sobre su montura alejándose sin apenas cambiar el ritmo.
En el camino de vuelta, reinaba un silencio sepulcral entre los miembros del pelotón de beteteros, sobre todo entre los más fuertes, pero, una vez en el bar, el tema de la salida fue la chica y el por qué de su superioridad con el grupo.
‘Era la bici, que era de carretera y era un maquinón’, decía uno. ‘Nada, nada, que nosotros ya llevábamos cuarenta kilómetros cuando hemos empezado a subir. Seguro que la tipa ésa no llevaba ni la mitad y por eso iba tan fresca’, replicaba otro.
Y así, se iban acumulando las excusas, desde su poco peso hasta las diferencias entre los desarrollos de carretera y los de montaña… Hasta que una voz grave hizo su aparición diciendo:
‘Dejadlo ya.’ Era el más veterano del pelotón y su palabra suele ser sagrada, la voz de la experiencia. ‘Nos ha barrido porque era mejor que nosotros y no hay excusas que valgan. La chica iba más suelta y subía mejor porque le dedicará sus horas a la bici, no por el peso ni por la bici. Sin un buen ciclista, ninguna bici, por buena y ligera que sea, sube de esa manera’.

Nicole Cooke, que gana en pista, carretera...Vamos, en lo que le des.

Cuento esta anécdota para abrir un tema siempre candente; las bicis para chicos y chicas y el por qué han de ser diferentes unas y otras.
En un principio, pensaba que lo de las bicis diseñadas específicamente para chicas era una trola, algo que se sacaron de la manga para vender más bicis.
Pero no es así, y os explicaré el por qué.

En primer lugar, las obvias diferencias morfológicas, las cuales necesitan que las bicis para mujer estén especialmente adaptadas para ellas.
Aquí muestro una relación entre estas diferencias y su respuesta en el diseño de la bici.

DIFERENCIA MORFOLÓGICA: DIFERENCIA EN LA BICI
Piernas más largas: Tubo horizontal con más ángulo.
Tronco más corto y estrecho: Manillares más estrechos; Potencias más cortas; Tubo de dirección más corto
Menos fuerza: Tubos más delgados; Horquillas y amortiguadores adaptados para el peso de la mujer
Pelvis más anchas: Sillín específico; Tubo horizontal con más ángulo
Ángulo sacro-lumbar más pequeño: Sillín específico; Tubo horizontal con más ángulo

Aquí lo represento de una manera más gráfica:


A pesar de todo, en las bicicletas de competición (y, en ocasiones, de gama alta), estas diferencias no existen, hecho que alimenta más la percepción de que las bicis para el sector femenino son una mera invención de las marcas.

Rachel Atherton, campeona del mundo de descenso.

Pero, si eres mujer y quieres tener una bicicleta diseñada POR Y PARA mujeres, tu marca es Terry Precision Bicycles, una empresa creada por Georgina Terry, que, cansada de no encontrar una bicicleta que cumpliera sus expectativas, empezó soldando sus propios cuadros en un sótano y ahora es dueña de la (hasta no hace mucho única) marca más reconocida en el ciclismo femenino. En su catálogo, encontrarás bicicletas de carretera, montaña o híbridas con una geometría diseñada específicamente para mujer, con ruedas de hasta 24”.
Otras marcas, más conocidas, que ofrecen buenas monturas para el sector femenino son Trek y Cannondale. Al menos, son las que más veo en mis salidas en BTT y de las que mejores referencias tengo.

jueves, 11 de marzo de 2010

PREGUNTAS INCÓMODAS ANTES DE UN VIAJE

Estamos en la era de la racionalización. Todo ha de ser estudiado, explicado, entendido y, en muchos casos, utilizado por todos.
Así que cuando alguien plantea algo que, al parecer de muchos, no tiene sentido o utilidad, le asedian con preguntas (muchas de ellas incómodas y/o irrespetuosas) hasta la extenuación.
Es lo que me ocurre cada vez que anuncio alguno de mis viajes a las personas de mi alrededor, a excepción de mi familia, la cual comprende mi forma de ser y las motivaciones que me llevan a planear y llevar a cabo semejantes rutas. Son mis familiares los únicos que entienden mi pasión por la Naturaleza, del irrefrenable impulso que me empuja a perderme por parajes y lugares que apenas ven a nadie en el transcurso de años. Me pierdo en esos paisajes y vuelvo para intentar compartir la belleza de éstos con los demás, para que ellos también vayan y experimenten esa hermosura por sí mismos.

Así que, una vez que expongo mi proyecto a mis amigos y conocidos, me preparo para la lluvia de críticas y preguntas que tendré que soportar durante las semanas anteriores a mi partida.
Me he resignado a la idea de que, por muchas veces que explique cada detalle acerca de la ruta, casi nadie se dará cuenta de que, si he decidido llevarla a cabo es porque tiene algún significado para mí. No se detienen a pensar en eso.

Andando o pedaleando, cada viaje y cada ruta suponen una vuelta a mis orígenes, a cuando uno iba a las montañas con sus amigos en pequeñas excursiones para explorar cuevas, bañarse en charcas o pasar la noche al raso, cautivado por los millones de estrellas que titilaban allá arriba.

Las montañas que hay frente a mi casa.

Llevo tres años viviendo en una ciudad y, a pesar de las comodidades y de la gente excepcional que he conocido aquí, añoro el pueblo y sus alrededores. En mi barrio, puedes dejar atrás todo contacto humano en apenas dos minutos. Tan pronto cruzas la carretera, puedes perderte por cuantos cerros y valles quieras durante horas. Es lo que solía hacer cuando sacaba a pasear al perro; metía un bocadillo y una botella de agua dentro de una mochila y, simplemente, caminaba hacia las colinas de pendientes suaves, prados semidesérticos y frescos valles de cuyas rocas nacen pequeños manantiales.
Lo bueno que tiene Almería es que, cogiendo un autobús, te puedes plantar en mitad de la nada en menos de una hora. Mar o montaña. En este sentido, es una ciudad que aún conserva unas sutiles conexiones con el medio que la rodea.

Arboleas en una tarde tormentosa.

Ahora, años después mis aventuras infantiles, en estos viajes persigo los mismos objetivos; recrearme y divertirme, a la vez que descubro nuevos lugares y conozco nuevas gentes y costumbres. Irónicamente, esto sí me es de utilidad, pues me ayuda a comprender mejor las diferencias y similitudes que tenemos unas comunidades con otras.
Andando o pedaleando, el mundo ha dispuesto infinidad de lugares para que sean descubiertos y disfrutados (de forma responsable y respetuosa) por todos nosotros. Lo único que tienes que hacer es ir a esos lugares para que la vitalidad que fluye por ellos se convierta en parte de ti al recorrerlos.

Perdón por el ladrillo, pero es algo que le ocurre a todos los viajeros (las odiosas preguntas de los ignorantes) y creo que merecía la pena compartirlo con vosotros para que reflexionárais. Lo más curioso, es que he comenzado escribiéndolo enfadado porque ando ya un poco harto de las preguntas (demasiado irrespetuosas en algunos casos) de los curiosos de turno, pero, cuanto más rememoraba mis viajes anteriores, iba desapareciendo la rabia que tenía acumulada...

Posdata: Si os ha gustado este momento chill out, os recomiendo esta obra de arte, Ashes and Snow, de Gregory Colbert. Para que siga el buen rollo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

ABUELOS VOLADORES Y OTRAS CRIATURAS CICLÍSTICAS (II)

Vosotros que lleváis coche, ¿no os ha pasado alguna vez que se ponga a vuestro lado un pesado con un coche más potente (o tuneado) que el tuyo y comience a dar acelerones para ver si te la picas con él?
Pues en el mundo de las bicis también suceden estas tonterías.

Siempre respeto los semáforos. No me preguntéis por qué. Alguna que otra vez me los he saltado cruzando por el paso de cebra, pero, normalmente, no me la juego y sigo todas las reglas.
Pues ahí estaba yo, esperando que el disco se volviera rojo, cuando se puso a mi lado un hombre de unos treinta años sobre una bicicleta de carretera ultramoderna, de ésas que llevan fibras de carbono hasta el último tornillo.
No le presté mucha atención, la verdad, hasta que el tipo me espetó algo así como:
- Y esos hierros de montaña como el tuyo, ¿cómo se las gastan en velocidad?
- Pues si es montaña abajo, la mía va muy bien, y eso que no es una doble.
- No, no, me refiero en carretera, en cuestas de asfalto como ésa que hay ahí.
Yo conocía bien la calle e intenté advertirle.., pero el hombre alzó el tono de voz:
- ¿Ves? Si es que los de montaña os creéis lo más duro, pero luego, nada de nada.
Entonces, el semáforo se puso en verde y me reincorporé para pedalear. El otro tipo se tomó aquello como que yo quería adelantarme en la salida y, en un segundo, aceleró de cero a cien.
Resultado:
Fina rueda de bici de carretera que se cuela por rejilla del suelo. Rueda que se hace un ocho. Bicicleta que escupe a su ocupante por encima del manillar. Ocupante que vuela hasta una mesa donde unas personas tomaban café. Ocupante que impacta contra mesa y cafés ardiendo que caen encima de sus consumidoras. Consumidoras que se levantan indignadas e insultan al ciclista… y Fran que sigue su camino como si tal cosa porque, para correr, ya están los circuitos.
Además, si me hubiera si aquél individuo me hubiese dejado acabar la frase para avisarle de las rejillas que cruzan la calle…

La Casa de las Mariposas, al comienzo del Paseo de Almería, lugar cercano al accidente.

Cuando me vine a vivir a Almería capital, hace ya casi tres años, el compañero de una de mis hermanas me regaló la bicicleta que usó durante su adolescencia ya que él no la usaba desde hacía años y yo no tenía forma de traerme la que tenía en el pueblo.
Se trataba de una Orbea de color blanco, salpicada de motas negras y con los logos en colores chillones (muy de moda en los noventa). Era una bici cómoda, no me daba problemas e, incluso, le hice un adhesivo de vinilo con mi nombre (FRAN) y se lo puse en la barra horizontal del cuadro.
La usaba a diario para ir y volver del centro comercial donde trabajaba y alguna que otra salida hasta que, un día, me la robaron. Simplemente, rompieron el candado que la sujetaba a unos postes y se la llevaron.
Cuando descubrí el robo, la verdad es que no me molesté demasiado, aunque tampoco era plato de mi gusto que me la hubieran sisado en un parking vigilado por tropecientos guardas de seguridad.

La Orbea que me robaron.

Unos meses atrás, mientras esperaba que un camión que bloqueaba la calle reanudara la marcha, se colocó junto a mí un tipo de aspecto desaliñado y que circulaba sobre una bicicleta con unos cuantos años encima.
Para matar el tiempo, comencé a observar la máquina en cuestión.
El estado general de la bici era deplorable, con la cadena cubierta de grasa reseca y arañazos y golpes por doquier. Le habían anclado una especie de cesta oxidada a la parte trasera, en la que el individuo en cuestión iba acumulando kilos de hierros. Algunas zonas del cuadro habían sido repintadas de manera horrorosa con espray de color gris y, en el tubo horizontal de éste, resaltaba una pegatina que rezaba FRAN.
¡Qué gracia! Como yo, Fran. Espera… ¿FRAN? ¡¡FRAN!! ¡Era la bicicleta que me habían robado un par de años atrás!
El hombre, dándose cuenta de mi descubrimiento, intentó poner pedales en polvorosa, pero le empujé hacia la acera, obligándole a parar (un grupo de señoras mayores le bloqueaba la huída).
'¿Qué te pasa, nene?' gritó con voz ronca al verse arrastrado hacia un lado.
'¿De dónde has sacado la bici?'
'No sé de qué me hablas.'
'¿Ves esto?', pregunté al tiempo que señalaba la pegatina con mi nombre, 'Ése soy yo y ésta, una bicicleta que me robaron hace un tiempo.'
'¡A mí me la dieron, a mí me la dieron!' empezó a mascullar el hombre.
'Espera un momento, llamo a los municipales y les dices quién te la dio, porque, quien te la diera, fue quien me la robó a mí, ¿no?'
'Ya no me acuerdo, tío, te lo juro.'
'¡Ah, vale! Entonces, te acusarán a ti de robármela, o de encubrir a los ladrones.'
'¡Tío, no me hagas eso, tío!', comenzó a implorarme el tipo, '¡No llames a nadie! Me voy y te dejo la bici aquí y te la llevas, y ya está, ¿eh?'
Entonces, me di cuenta que, en realidad, yo ya no necesitaba aquélla bicicleta. Tengo a mi querida Trek 4300, una bicicleta infinitamente superior, y, en el pueblo, conservo mi Amerio, amén de la bicicleta de carretera que estoy restaurando… ¿Para qué necesitaba yo aquél hierro desvencijado?
Pero, claro, tampoco podía dejar irse al hombre así como así.
La solución me llegó con un sonido proveniente de un edificio en obras. Allí, un obrero se afanaba en cortar hierros y losas con una potente máquina de disco.
Con un gesto no muy amistoso, le quité la bici de las manos y me acerqué al obrero, que alzó la vista protegiéndose de los rayos del sol con una mano enguantada, y le dije:
'Te doy cinco euros si cortas esta bici.'
El obrero, un chaval rubio de piel blanquecina, hizo un gesto de extrañeza al principio, pero, tras verme con el dinero en la mano, sonrió y, dicho y hecho, en un abrir y cerrar de ojos, cortó la bici por la mitad.
Tras el corte, cogí las dos partes resultantes y las arrojé al suelo junto al tipo al tiempo que soltaba:
'Aquí la tienes.'
El energúmeno, mirándome con rabia contenida, asintió con la cabeza y comenzó a recoger los hierros que otrora fuera una Orbea.
Volví a subirme sobre mi Trek y comencé a pedalear calle abajo, con la cabeza hecha un hervidero.
La vida es como andar en bicicleta.
Para mantenerte en equilibrio,
tienes que seguir moviéndote.

Albert Einstein