jueves, 2 de diciembre de 2010

NIÑOS PRODIGIO DE LA AVENTURA

Hace unos meses, Laura Dekker, una joven de nacionalidad holandesa, partió desde las costas de Portugal rumbo a las Islas Canarias para completar el primer tramo de una vuelta al mundo sin escalas que le llevará unos dos años.
A primera vista, parece uno más de lo miles de retos que se anuncian a lo largo del año por parte de avezados aventureros, pero éste se trata de un desafío muy especial ya que esta aventurera tiene tan sólo catorce años.



La joven saltó a la fama el pasado año, cuando un juzgado holandés dictaminó que era una aventura demasiado peligrosa para una persona de su edad, por lo que le prohibió llevarla a cabo e, incluso, su custodia le fue arrebatada temporalmente a los padres.
El caso fue revisado en julio de este año y, tras contrastarse por parte de la justicia que la joven había adquirido la experiencia y preparación necesarias (¿con qué baremo se miden esas cosas?), dieron luz verde al proyecto y la familia de Laura inició los preparativos para salir cuanto antes.

Otro caso de “niño prodigio” que se ha podido ver este año en el mundo de la aventura es del estadounidense Jordan Romero, que se ha convertido en la persona más joven en subir el Everest… a los 13 años (cabe añadir que, también, finalizaba la conquista de las Siete Cimas).
El equipo de apoyo del joven estadounidense estaba formado por el padre de la criatura, Paul Romero, la experimentada escaladora Karen Lundgren y un puñado de sherpas que, al parecer, no tenían nombre ya que no mencionaron éstos en la web creada para seguir la aventura ni en la nota de agradecimiento emitida a la vuelta de la montaña.
Antes de Jordan, el récord lo ostentaba el nepalí Temba Tsheri, que ascendió la montaña con dieciséis años (en el descenso, sufrió congelaciones en manos y pies, por lo que le tuvieron que ser amputados varios dedos).
La cosa se enrarece aún más cuando, apenas unos minutos después de que Jordan Romero lograra su récord, Arjun Vaipai, de dieciséis años, se convertía en el indio más joven en alcanzar la cima.

Bien es cierto que los males que sufre el montañismo, algunos de los cuales lleva arrastrando desde hace décadas, son merecedores de un artículo aparte, pero, ante este tipo de acciones, uno se pregunta hacia dónde va el mundo de los deportes de aventura en general.
Porque, ¿qué se busca en estos casos? ¿Fama, dinero…? No sé por qué, pero no creo que todo se limite a ser el más joven del mundo en pisar el techo del mundo, cruzar el océano o saltar más alto. En los casos de Laura y Jordan, sus progenitores no han parado de repetir que se trataba de los sueños de sus vástagos, que ellos no tuvieron nada que ver en las decisiones que ambos tomaron… Entonces, ¿sólo se limitaron a darles el dinero para que cumplieran “su sueño”? Además, según la lógica de éstos, si el sueño de un niño de, digamos, seis años es conducir a toda velocidad una moto de gran cilindrada sin casco ni protección alguna, ¿se le ha de facilitar que lleve dicho proyecto a cabo?

Algunas personas pueden replicar que es algo común que chavales de quince o dieciséis años debuten en Primera División, que está visto como algo natural en la evolución de un jugador de fútbol. Y no sólo en el balompié; es muy común en los deportes mayoritarios que chicos y chicas en edad escolar se estrenen en la élite del deporte. Es más, hay ejemplos de ello incluso en algunos deportes extremos, como el kitesurf, donde la española Gisela Pulido ha sido campeona del mundo antes de cumplir los quince años.
Pero, señoras y señores, no estoy hablando de dar patadas a un balón, correr los 100 metros lisos o volar sobre las olas: Laura Dekker se enfrentará a peligros de todo tipo, desde alucinaciones causadas por la soledad a tormentas en mitad del océano, situaciones a las que deberá enfrentarse en solitario, sin ningún tipo de ayuda, más que la comunicación por radio: Jordan Romero se la jugó con la posibilidad de vérselas con una de ésas ventiscas que se forman a grandes altitudes en apenas unos momentos, con las rocas que caen desde arriba a velocidades mortales, con los embotellamientos en las llegadas a la cima que desencadenan catástrofes...
Admiro la pasión, la valentía y la determinación de estos dos jóvenes aventureros por llevar a cabo sus retos, pero repudio absolutamente el comportamiento de sus padres pues, sinceramente, creo que los progenitores de estos niños, que es lo que todavía son, han excedido los límites de la irresponsabilidad, dando paso a una locura en la cual han puesto la vida de sus hijos en peligro.

Menos mal que algunas personas se han dado cuenta de las locuras que se están intentando llevar a cabo con menores de por medio y están poniendo barreras para evitar desgracias. Por ejemplo, China y Nepal han limitado la edad mínima para ascender el Everest y otros de los picos más altos del Himalaya (16 años en ambos casos).
Por cierto, desde Nepal, llegaba hace un par de semanas la noticia de un padre que estaba intentando tramitar los permisos necesarios para que su hijo pudiera ascender el Everest.
El único impedimento es que su vástago sólo tiene 9 años.

Por cierto, si quieres seguir la aventura de Laura Dekker alrededor del mundo, puedes hacerlo en la web creada para la ocasión: www:lauradekker.nl

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