lunes, 25 de abril de 2011

DE RECUERDOS SE HACE EL MUNDO (II)

'Hace unos siete años, Paul y yo decidimos que ya estaba bien de vivir en un país gris y aburrido que habíamos recorrido de norte a sur y este a oeste cientos de veces', me contaba Joanne mientras disfrutábamos de un estupendo pollo con curry en el interior de su desvencijada Ford Transit.
'Además, Inglaterra es el país más feo y con la gente más idiota del mundo, chaval', añadió Paul, su marido, quien ya llevaba tres o cuatro cervezas en el cuerpo.
Joanne sonrió y continuó hablando:
'Al fin, un día decidimos que era hora de salir de allí y descubrir lugares y gentes que no aparecen en las guías de viaje. Así que vendimos la casa de campo y nuestros dos coches y con el dinero que conseguimos, compramos esta furgoneta y la equipamos con lo necesario para vivir en ella durante una larga temporada.'
'Una larga temporada de cinco años, de momento', dije entre risas. '¿No habéis pensando en volver a Inglaterra?'
Paul se acercó a mí y, mirándome fijamente a los ojos, dijo con tono severo:
'Chaval, tengo 68 años y lo último que me gustaría hacer sería volver a casa y quedarme junto al fuego hasta el fin de mis días'.


'Hay tantas formas de viajar y tantos tipos de viajeros que, aunque la gente suele confundirlos, nunca serán iguales', aseguraba William al tiempo que centraba su mirada en la carne que se asaba en la hoguera. 'No es lo mismo viajar en coche que a pie. Las sensaciones no son las mismas.'
William, un canadiense que dejó atrás su país nada más finalizar sus estudios de periodismo, lo sabía muy bien. Llevaba un par de años buscándose la vida para moverse de un país a otro sin rumbo fijo.
'Pero caravanistas, moteros, mochileros, ciclistas... Todos tenemos un mismo destino, una misma idear: Seguir adelante descubriendo nuevos lugares hasta que el cuerpo aguante. Y aunque éste ya no responda como antes, seguir insistiendo.'


Nada más llegar a la arena del Playazo, Mauro se dejó caer sobre ésta con una amplia sonrisa dibujada en la cara. Por unos momentos, dudé de si lo hacía por cansancio o por pura felicidad.
Al fin, se reincorporó apoyándose sobre los codos y mirando el mar de frente.
'Bellísimo', musitó. '¡Y me lo iba a pasar de largo!'
Reí al escuchar aquéllo. Hacía un par horas que me había encontrado a este simpático italiano mirando con aspecto indeciso un mapa del Cabo de Gata.
'¿Ves lo que te hubieras perdido de ir sólo por la carretera?', le pregunté al tiempo que extendía los brazos para mostrarle la amplitud de la playa.
'Ya veo, ya. Es mejor descubrir nuevos caminos que seguir los que ya están trazados'.


Extracto de una carta de Mike, un estadounidense que está pedaleando a través de Europa (con sello de Rumanía):
No necesito recorrer grandes distancias para conocerme a mí mismo, tener una conversación con mi interior para intentar entenderlo y ser mejor persona, pero sí lo necesito para sentir ésa libertad que no tenemos día a día, en el trabajo, en casa, con horarios y rutinas. Es entonces cuando siento que mi vida está siendo dirigida por alguien que no soy yo para que haga cosas que, en realidad, no necesito o no me gustan.
Pero así es la sociedad, el mundo en el que vivimos. Nos tienen cogidos por los huevos y, o haces lo que ellos dicen y quieren, o te quedas fuera y mueres de hambre y soledad.
A todo esto hay que sumarle que el mundo vive acojonado. O más bien, debería decir que Occidente mira con miedo todo lo que no se parece a su sistema de valores y, por ello, moldea estereotipos negativos acerca de otras culturas: Los musulmanes son todos unos radicales violentos con sed de sangre y que encierran a sus mujeres tras metros de tela y paredes. Si viajas a un país de Latinoamérica, te cortarán una mano para robarte un anillo, porque todos viven en la miseria, infelices y dedicados a las guerras de maras y al narcotráfico. Ten cuidado si viajas a la Europa del Este, porque son todos unos comunistas ladrones, pero sus mujeres son bellísimas y baratas.
Pero, ¿a que no sabes dónde me robaron el portátil que tenía dentro de una de las alforjas? ¡En Europa! ¡En la mismísima Alemania, uno de los países más “civilizados”! Pero no por ello voy a señalar a todos los alemanes como ladrones, pues éso es lo que hace el mundo occidental con el resto: Sólo se para a observar lo peor de cada país y se forma una imagen muy general de éste basándose en ella, aunque no sea real o esté muy deformada'.


Acurrucados uno junto al otro con la toalla por encima mientras nos calentábamos al fuego de una pequeña hoguera encendida sobre la arena de la playa, le comenté acerca de la sensación de estar convirtiéndome en una especie de autómata o marioneta, de no estar haciendo lo que realmente me gustaba...
De repente, Beth puso uno de sus dedos en mis labios y dijo:
'Si tú y yo nos comportáramos como autómatas, ¿estaríamos esta noche aquí, disfrutando de este lugar? ¿Acaso los robots tienen la necesidad de mirar a las estrellas y preguntarse qué hay allá arriba?'

1 comentario:

La vida es como andar en bicicleta.
Para mantenerte en equilibrio,
tienes que seguir moviéndote.

Albert Einstein