martes, 4 de enero de 2011

SENDERISMO EN LAUJAR DE ANDARAX

El pasado sábado 18 de diciembre, me uní a una excursión organizada por la asociación Almería BABEL, un grupo de jóvenes que se reúnen cada semana para hacer un intercambio de idiomas y, como en esta ocasión, para hacer alguna que otra escapadita.Junto a mí, acudió una chica estadounidense, Laura, a quien conocí mediante CouchSurfing (un sistema de alojamiento “gratuito” del que algún día hablaré) y que vino para pasar el fin de semana en Almería.

En uno de los foros que suelo frecuentar, planteé dos planes para pasar el fin de semana disfrutando de la naturaleza: El primero, era una salida en bici de montaña de dos días por el Cabo de Gata. El segundo, una ruta de senderismo para llegar a la cima del Chullo, el pico más alto de la provincia de Almería.
Para mi sorpresa, me llegó una respuesta en la que me comunicaban de una salida a las cercanías del Chullo organizada por Almería Babel. Sin pensármelo mucho, y tras consultar con mi invitada, Laura, ambos nos unimos a dicha escapada.

Tras intercambiar unos cuantos mensajes en un foro, supe que hora de reunión era a las diez y media de la mañana del sábado, fijándose como lugar de salida la entrada del Auditorio Municipal Maestro Padilla (lugar de reunión e inicio tanto para salidas en bici de montaña como de senderismo).
Dejé listo el material la noche del viernes, a excepción de la comida, que prepararía por la mañana.
Lo único que no podía controlar era el tiempo, y es que llevábamos ya una semana a remojo como los garbanzos y, además, los pronósticos anunciaban lluvia para los días siguientes, algo poco común por estas tierras, normalmente áridas.

Laura y yo llegamos los primeros al punto de reunión, pero el reloj avanzaba y no aparecía nadie. Para una vez que soy puntual...
Poco a poco, los excursionistas fueron llegando y formando un corrillo para no exponernos demasiado al frío de la mañana ni a la débil lluvia que caía en esos momentos.
Y la lluvia nos dio que pensar: Lo que a nivel del mar es agua, a más de mil quinientos metros es nieve...Con muy buen criterio, y tras hablar con el grupo, los responsables de la quedada decidieron cambiar la ruta y dirigirnos a Laujar de Andarax, para recorrer alguno de los senderos que existen en la zona.
Así pues, nos repartimos en los coches y salimos a la aventura.

La carretera para llegar a Laujar de Andarax fue la pesadilla del día. La visibilidad se limitaba a apenas un par de metros debido a la espesa niebla que cubría el paisaje en algunos tramos. A mi lado, notaba el nerviosismo de Laura, mirando hacia fuera con gesto preocupado. Y es que no era para menos; prácticamente estábamos avanzando entre las nubes.
Tras ganar altitud, pasó el susto y la visibilidad mejoró, por lo que nos deleitamos con la vista de las nubes cubriendo los diversos valles y ríos de más abajo.

Una vez llegados al pueblo, nos dirigimos al estupendo Centro de Visitantes que hay a la entrada de esta localidad dedicada a la crianza del vino y al turismo rural.
Consultamos las diversas rutas que recorren las montañas de la región y, tras seleccionar una, volvimos a los coches para avanzar hasta el lugar de salida, más allá del núcleo urbano.



Arribamos a una explanada sin asfaltar tras recorrer una carretera sinuosa.
El lugar era de una belleza difícil de superar; un valle rodeado de pinares y por cuyo centro corría apresurado un arroyo.
Dejamos los coches junto a un restaurante que, en un primer momento, pensé que estaría cerrado por ser temporada baja.





Bajo una débil llovizna, cada excursionista revisó su material, dejó o incorporó algún elemento para dejar la mochila en un peso ideal y se unió al grupo conforme éste iba en busca del inicio del sendero recorriendo un camino junto al arroyo.
Una corta, pero intensa rampa daba la bienvenida y ayudaba para despertar los músculos de más de uno. No hay nada mejor que un esfuerzo corto, pero sufrido para despejarle a uno por la mañana.
Y más sufrido sería aún cuando, al llegar a un llano, descubrimos que el “líder de la expedición” se había equivocado de camino y que debíamos dar la vuelta, algo que, por otra parte, no pareció molestar a nadie, ya que todos nos dedicábamos a fotografíar el espectacular paisaje que se descubría ante nosotros.

Tras descender, y después de la pertinente parada en los coches para desprendernos de algunas prendas debido al calor (inexistente) y de hacer el cabra por la ladera de una montaña junto al arroyo, nos orientamos mejor y comenzamos (esta vez sí) el sendero.
Éste avanzaba por un margen del arroyo que, en esos momentos, llevaba una cantidad significativa de agua (hasta la pantorrilla, más o menos) y nos guiaba a través de imponente arboledas.

La lluvia era la protagonista indiscutible de la jornada y parecía ganar fuerza a cada minuto que pasaba, pero, aún así, decididos, seguimos por el sendero que, en cierto punto, comenzó a estrecharse y ascender.



Las vistas desde éstos deben de ser magníficas ya que, a pesar de las nubes, se podían distinguir gigantescas moles a cada lado del valle, cubiertas todas por infinidad de pinares.

En un momento dado, nos refugiamos bajo unos árboles (alcornoques, creo recordar) para devorar nuestros bocadillos. Mientras dábamos cuenta de ellos, la lluvia se convirtió en un torrente. En las laderas de las montañas cercanas podíamos observar cómo las nubes (niebla, prácticamente), iban perdiendo altura, adentrándose en el valle a una velocidad alarmante.
Los responsables de la excursión volvieron a acertar de pleno y decidieron que lo mejor era no proseguir con la ruta y regresar a Almería, algo que todos secundamos debido al evidente peligro de encontrarnos en una situación mucho más complicada de insistir en avanzar.
Desandamos nuestros pasos (por segunda vez), pero, al llegar al aparcamiento, nos agrupamos de nuevo y decidimos acercarnos al restaurante a tomar algo.



Qué equivocado estaba al pensar que el restaurante estaba cerrado... ¡El comedor estaba a reventar!
Y aquí llegamos nosotros, una veintena de jóvenes con ganas de calentarnos junto al fuego y, en mi caso, de disfrutar de una buena tapa de carne con tomate (¡MMMMMMM!).
Aparece de la nada y comienza a sonar una cachimba.
El ritmo de la música, la charla animada... El bullicio reina en la zona en la que nos sentamos a descansar y secarnos un poquito.
Tal vez, pensé, sea sólo por este momento que haya merecido la pena empaparse hasta el tuétano un lluvioso sábado por la mañana.



Resumiendo, fue una salida que, a pesar del mal tiempo, sirvió a tod@s para disfrutar de un buen día en el campo, conociendo gente nueva y pasándolo estupendamente.

Podeís encontrar un vídeo de la salida en el siguiente link:
http://www.youtube.com/watch?v=CtBreJjF7Aw
Saludos y... ¡nos vemos por los caminos!

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Para mantenerte en equilibrio,
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Albert Einstein